San Antonino de Florencia

1389–1459

Biografía

Antonio Pierozzi, hijo del notario Niccolò Pierozzi, nació en Florencia en 1389. A pesar de su baja estatura, y de ser muy delgado y débil (características físicas por las cuales fue llamado Antonino), gracias a sus dotes intelectuales pudo entrar en la Orden de Predicadores y recibió el sacerdocio en Crotona, en 1414. Siendo muy joven, recibió encargos de gran responsabilidad, como vicario de los Observantes en Italia, y prior en los monasterios dominicanos de Napoles, Gaeta y Roma. Vuelto a Florencia, fue nombrado prior de San Marcos, y en 1445 el papa Eugenio IV lo nombró arzobispo de Florencia. Fue discípulo de San Bernardino. Por su gran humildad rechazó el puesto que el papa le había ofrecido, y solamente bajo amenaza de excomunión aceptó el cargo de arzobispo. En su obra Vite di uomini illustri del secolo XV, Vespasiano de Bisticci cuenta que Eugenio IV solía decir que «en todo su pontificado había elegido tres arzobispos que no hacían remorder su conciencia», uno de los cuales era san Antonino.[1] Fue el suyo un estilo de vida austero y sus contemporáneos le reconocían muchas virtudes, como la pobreza personal y la compasión ante las miserias de los demás; una des sus mayores preocupaciones fue distribuir el pan a los pobres. Recuerda Vespasiano que «la entrada a su arzobispado costaba mil quinientos escudos; él conservaba en sus manos la cantidad estrictamente necesaria para su casa, es decir quinientos florines; de la totalidad sobraban mil, que Antonino daba en su totalidad, por el amor de Dios, a personas miserables».[2] De hecho, en su arzobispado renunció a la indumentaria episcopal y mantuvo el hábito blanco, con capucha negra, de simple fraile dominico. Sus contemporáneos lo respetaban también por el conocimiento que tenía del mundo económico de la época, tanto que Vespasiano recuerda que la «gente venía de muchos sitios diferentes para preguntar si determinados contratos eran lícitos o no». Para instruir al clero sobre cuestiones de moral económica, escribió muchas obras en italiano y en latín. Sus dos obras mas importantes e influyentes fueron la Summa moralis, una enciclopedia de teología moral, y la Summa historialis, una historia de la humanidad desde la creación hasta el presente que a él le tocó vivir. San Antonino murió el 2 de mayo de 1459 y, a pesar de su austera vida, se le enterró con gran ceremonia. En 1523 el papa Adriano VI lo proclamó santo.

 Pensamiento y Obras

Su obra más importante, desde el punto de vista económico, es la Summa moralis theologiae (1449). San Antonino fue un hombre que, como moralista, no podía aceptar muchas características propias del enorme desarrollo económico de su tiempo, pero era a la vez un hombre inteligente y capaz de entender el proceso social en el que vivía. Un ejemplo muy claro de esta doble faceta de San Antonino son sus ideas sobre la mercadería: fue capaz de entender la importancia trascendental que la mercadería tenia en su época, destacando su gran utilidad, mientras al mismo tiempo su preocupación como moralista fue destacar la codicia de los mercaderes y el peligro que ese tipo de oficio suponía para los hombres, porque estaba muy ligado al dinero, y lo consideraba corruptor, porque llevaba fácilmente a la usura. A pesar de su gran inteligencia, San Antonino no fue un pensador original, sino simplemente un gran divulgador de pensamientos desarrollados por otros autores, como San Bernardino o Pedro Juan de Olivi. En su obra se puede encontrar una embrionaria teoría subjetiva del valor (concepto de complacibilitas), heredada de San Bernardino. Por lo que respecta a la teoría del precio justo, San Antonino sostiene que el precio es siempre cambiante en el tiempo y no consiste en un punto indivisible. En suma, el precio justo, según él, es el del mercado, pero hace una matización: hay que condenar solamente el excessus notabilis; es decir, una variación excesiva y notable respeto al precio que comúnmente se fija en el mercado. San Antonino reconoce en su obra la diferencia entre la usura, que se considera pecado, y el interés, que se considera lícito, por ser la justa recompensa por un daño sufrido (admite el concepto de lucrum cessans). A pesar de esto, San Antonino fue “el denunciante de la usura por excelencia” y comisario apostólico para la represión de la usura en Toscana. Miraba, además, con mucha sospecha el negocio bancario y condenaba claramente el pago de intereses como recompensa por los depositantes; pensaba que este uso de vestir de depósitos los préstamos era muy difundido en la Florencia de la época. San Antonino sostenía que ninguna recompensa se podía obtener de un depósito a la vista, porque se podía retirar la totalidad del dinero depositado en cualquier momento y el depositante no soportaba ningún riesgo en la operación.

Bibliografía y referencias

Summa moralis, ed. Ballerini, Veronea 1740. Confessionale di Sancto Antonio, Arcivescovo de Firenze, dell’Ordine dei Predicatori, Vinegia 1534.

San Antonio de Florencia

San Antonino de Florencia

1389–1459
San Antonio de Florencia

Biografía

Antonio Pierozzi, hijo del notario Niccolò Pierozzi, nació en Florencia en 1389. A pesar de su baja estatura, y de ser muy delgado y débil (características físicas por las cuales fue llamado Antonino), gracias a sus dotes intelectuales pudo entrar en la Orden de Predicadores y recibió el sacerdocio en Crotona, en 1414. Siendo muy joven, recibió encargos de gran responsabilidad, como vicario de los Observantes en Italia, y prior en los monasterios dominicanos de Napoles, Gaeta y Roma. Vuelto a Florencia, fue nombrado prior de San Marcos, y en 1445 el papa Eugenio IV lo nombró arzobispo de Florencia. Fue discípulo de San Bernardino. Por su gran humildad rechazó el puesto que el papa le había ofrecido, y solamente bajo amenaza de excomunión aceptó el cargo de arzobispo. En su obra Vite di uomini illustri del secolo XV, Vespasiano de Bisticci cuenta que Eugenio IV solía decir que «en todo su pontificado había elegido tres arzobispos que no hacían remorder su conciencia», uno de los cuales era san Antonino.[1] Fue el suyo un estilo de vida austero y sus contemporáneos le reconocían muchas virtudes, como la pobreza personal y la compasión ante las miserias de los demás; una des sus mayores preocupaciones fue distribuir el pan a los pobres. Recuerda Vespasiano que «la entrada a su arzobispado costaba mil quinientos escudos; él conservaba en sus manos la cantidad estrictamente necesaria para su casa, es decir quinientos florines; de la totalidad sobraban mil, que Antonino daba en su totalidad, por el amor de Dios, a personas miserables».[2] De hecho, en su arzobispado renunció a la indumentaria episcopal y mantuvo el hábito blanco, con capucha negra, de simple fraile dominico. Sus contemporáneos lo respetaban también por el conocimiento que tenía del mundo económico de la época, tanto que Vespasiano recuerda que la «gente venía de muchos sitios diferentes para preguntar si determinados contratos eran lícitos o no». Para instruir al clero sobre cuestiones de moral económica, escribió muchas obras en italiano y en latín. Sus dos obras mas importantes e influyentes fueron la Summa moralis, una enciclopedia de teología moral, y la Summa historialis, una historia de la humanidad desde la creación hasta el presente que a él le tocó vivir. San Antonino murió el 2 de mayo de 1459 y, a pesar de su austera vida, se le enterró con gran ceremonia. En 1523 el papa Adriano VI lo proclamó santo.

 Pensamiento y Obras

Su obra más importante, desde el punto de vista económico, es la Summa moralis theologiae (1449). San Antonino fue un hombre que, como moralista, no podía aceptar muchas características propias del enorme desarrollo económico de su tiempo, pero era a la vez un hombre inteligente y capaz de entender el proceso social en el que vivía. Un ejemplo muy claro de esta doble faceta de San Antonino son sus ideas sobre la mercadería: fue capaz de entender la importancia trascendental que la mercadería tenia en su época, destacando su gran utilidad, mientras al mismo tiempo su preocupación como moralista fue destacar la codicia de los mercaderes y el peligro que ese tipo de oficio suponía para los hombres, porque estaba muy ligado al dinero, y lo consideraba corruptor, porque llevaba fácilmente a la usura. A pesar de su gran inteligencia, San Antonino no fue un pensador original, sino simplemente un gran divulgador de pensamientos desarrollados por otros autores, como San Bernardino o Pedro Juan de Olivi. En su obra se puede encontrar una embrionaria teoría subjetiva del valor (concepto de complacibilitas), heredada de San Bernardino. Por lo que respecta a la teoría del precio justo, San Antonino sostiene que el precio es siempre cambiante en el tiempo y no consiste en un punto indivisible. En suma, el precio justo, según él, es el del mercado, pero hace una matización: hay que condenar solamente el excessus notabilis; es decir, una variación excesiva y notable respeto al precio que comúnmente se fija en el mercado. San Antonino reconoce en su obra la diferencia entre la usura, que se considera pecado, y el interés, que se considera lícito, por ser la justa recompensa por un daño sufrido (admite el concepto de lucrum cessans). A pesar de esto, San Antonino fue “el denunciante de la usura por excelencia” y comisario apostólico para la represión de la usura en Toscana. Miraba, además, con mucha sospecha el negocio bancario y condenaba claramente el pago de intereses como recompensa por los depositantes; pensaba que este uso de vestir de depósitos los préstamos era muy difundido en la Florencia de la época. San Antonino sostenía que ninguna recompensa se podía obtener de un depósito a la vista, porque se podía retirar la totalidad del dinero depositado en cualquier momento y el depositante no soportaba ningún riesgo en la operación.

Bibliografía y referencias

Summa moralis, ed. Ballerini, Veronea 1740. Confessionale di Sancto Antonio, Arcivescovo de Firenze, dell’Ordine dei Predicatori, Vinegia 1534.